Hace poco estaba viendo con mi esposa un programa de televisión llamado «Acumuladores compulsivos». Para los que no lo conocen, se trata de personas obsesivas en guardar toda clase de objetos. En un capítulo, una persona había guardado tantas cosas que incluso tenía colchones viejos y un armario lleno de objetos que simplemente no servían para nada. Su colección era tan grande que se hacía imposible caminar por su casa. Recuerdo haber hecho esto en varias ocasiones, guardar cosas porque pueden servir para «algo» en algún momento, y cuando te das cuenta, estás atesorando un montón de basura.
La persona descrita en este programa de televisión, era tratada por psicólogos y otros expertos que le ayudaban a desapegarse del afecto por su basura. Al final del programa, hacían la limpieza de su casa en forma tal, que se veía totalmente diferente.
Esto me hizo pensar en cuántas veces como cristianos hacemos lo mismo. Vivimos en un mundo consumista, que nos ofrece el sueño de algo mejor aquí: Una mejor vida, un mejor auto, una mejor casa, el teléfono más nuevo, vivir en una mejor ciudad o disfrutar de unas buenas vacaciones. Todas estas cosas no tienen nada de malo en sí, pero cuando se convierten en nuestro tesoro y vivimos para ellas, entonces se vuelven un problema. Tenemos la presión cultural de vivir de acuerdo a los principios y valores de este mundo (amar lo que este mundo ama, seguir lo que este mundo sigue). Es una presión que enfrentamos día a día, y si no somos creyentes saturados de la Palabra de Dios, centrados en Cristo y en su gloria, será muy fácil deslizarse a un estilo de vida que se vive para este mundo y no para la eternidad.
Es por eso que Pedro comienza animando a todos los creyentes a crecer en su fe. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. Hermanos, debemos dejar de ser acumuladores compulsivos, llenando nuestras vidas de la basura del mundo; Dios nos llama a despojarnos de este mundo y vivir para la eternidad. ¿Cómo podemos hacerlo?
1. VIGILANDO EL REGRESO DE CRISTO
En su segunda carta, Pedro está escribiendo a creyentes que enfrentaban las mismas presiones que nosotros. Su audiencia son los mismos de su primera carta: creyentes expatriados, o sea, exiliados y dispersos por causa del evangelio (2 Pe 3:1; 1 Pe 1:1). Estos creyentes ahora se encontraban viviendo en medio de una cultura romana con contexto pagano, y debían aprender a vivir como extranjeros y peregrinos (1 Pe 2:11). La segunda carta de Pedro es una exhortación para los creyentes a crecer en su fe, para que puedan identificar a los falsos maestros que traerían «encubiertamente herejías destructoras» (2:1), y negarían las promesa de la venida del Señor, andando en sus propias concupiscencias» (2 Pe 3:3-4).
Esta es la filosofía similar a la que Pablo describe en 1 Corintios 15, donde las personas que negaban la resurrección decían: «Pues esta vida se acaba con la muerte, así que si no hay resurrección, comamos y bebamos que mañana moriremos». Pedro advierte contra la filosofía falsa de personas que dicen: «Este mundo es todo lo que tenemos, eso de que Cristo va a venir es una farsa, una ilusión» (2 Pe 3:3-4). El argumento de estos falsos maestros se enfocaba en la inactividad de Dios. Ya que perece que Dios no hacía nada, desde el principio de la creación, por tanto tampoco hará nada en el futuro. No habrá el regreso de Jesús, no habrá juicio, no habrá nada. Decían: «Cristo no va a venir, por tanto podemos vivir como queramos». La palabra concupiscencia habla de «malos deseos», es decir, que seguirán sus propias pasiones y arrastraran a otros a hacer lo mismo. Judas 1:18 advierte diciendo: «En los últimos tiempos habrá burladores que irán tras sus propias pasiones impías».
«Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes». (Mat 24:48-51).
A la gente no le gusta sentirse culpable, no le gusta sentirse vulnerable. La realidad de un juicio justo y una condenación eterna, traen consigo cierto temor que afecta el ego del hombre. Pero si quitamos el juicio futuro (ya no tengo que ser confrontado por mis acciones presentes), el peso de la culpa se irá, y podremos vivir sin temor de ser castigados por nuestros pecados. La Biblia nos dice que estas personas ignoran voluntariamente la realidad del juicio en el pasado, y el inminente juicio en el futuro.
Hoy en día no ha cambiado mucho el panorama. Las personas siguen pensando Dios nunca hará nada. Rechazan el hecho del regreso de Cristo para Juicio sobre este mundo. Muchos dicen, el infierno y el cielo están en esta tierra, ¿qué están diciendo? no existe nada más que este mundo.
Pedro responde a esta manera de pensar con un argumento histórico (3:5-6). El mismo Dios que creó todas las cosas con la Palabra de su poder, es el mismo Dios que con su palabra trajo juicio sobre este mundo. «Pero los cielos y la tierra que existen ahora» ¿Por qué dice eso? ¿Cuáles son los otros cielos y tierra? (3:13) Pedro está contrastando el cielo y la tierra de ahora con el cielo y la tierra nueva. Para llegar allá necesitamos pasar por un juicio aquí, y si la Palabra de Dios se cumplió en el juicio pasado con agua, ten por seguro que se cumplirá en el juicio futuro pero ahora con fuego.
Pero queda la pregunta ¿Por qué Jesús aún no ha vuelto? La primera razón para la tardanza de Dios, es que él no tiene problemas con el tiempo, nosotros sí. Él trasciende en el tiempo, no se ve afectado por él (3:8). Es por eso que parece que el Señor se está tardando en venir. Pero la segunda razón es su deseo de traer salvación (3:9).
Entonces, en primer lugar debemos mirar el regreso de Cristo, un día él volverá y marcará una diferencia en nuestras vidas.
2. VIVIENDO PARA LA GLORIA DE DIOS
(2 Pe 3:10) Pedro presenta el juicio de Dios como una realidad inminente. Debemos interpretar la Biblia literalmente, por lo tanto es un hecho literal que los elementos de esta tierra (objetos, cosas) y las obras que en ellas hay (trabajos, actividades) serán deshechos por el fuego del juicio venidero.
ILUSTRACIÓN: Recuerdo cuando le preguntaba a mi mamá si algún día se iba a acabar la escuela. Parecía interminable: del kínder seis años de primaria; de la primaria, tres años de secundaria; de la secundaria, cuatro años de prepa; de la prepa, cuatro o más años de universidad; de la universidad, la maestría y el doctorado, etc. Parecía algo eterno.
A veces parece que las tareas de la casa no terminan (lavar los trastes, barrer, trapear, hacer la comida). Parece que el trabajo no termina (levantarte temprano, ir a trabajar, regresar cansado, y al otro día igual), parece que la escuela y las tareas no terminan ¡Pero si! un día todo será consumido por el fuego del juicio de Dios.
Pedro sigue ampliando la descripción en el versículo 12: «… apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!» (2 Pe 3:12). Todo en este mundo se fundirá bajo el fuego de Dios. Así que cuando vives atesorando las cosas de este mundo, en realidad estas atesorando basura; basura que será quemada, deshecha, fundida.
ILUSTRACIÓN: Hermano Jonathan. Y no sólo él, sino muchos hermanos que han participado con nosotros en la obra de Dios.
¿Cuál es el punto de Pedro? Lo encontramos entre estas dos descripciones ardientes: «Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…» (2 Pe 3:11). ¡Vive piadosamente! Vive para el Señor. ¡Vive para la eternidad! Utilizando las palabras de John Piper, podemos decir que «debemos usar las cosa de tal modo que mostremos que este mundo no es nuestro tesoro, ¡Cristo es nuestro tesoro!».
Sé que hay muchos hermanos aquí que han sido bendecidos materialmente, recuerde algo, antes de echarle la segunda planta, o la tercera planta a tu casa, antes de comprar tu segundo auto, antes de planear tus vacaciones a Cancún, recuerde que todo esto será quemado, así que debe usar las cosas de tal modo que muestre que este mundo no es su tesoro, sino que Cristo es su tesoro. Y si usted dice, pues yo vivo al día, batallando por pagar las cuentas, para completar para el taxi y sacando apenas para la comida de la semana, hermano esto también es para usted. Use lo poco que tiene para la gloria de Dios el avance de su reino y el bien de otros, mostrando que este mundo no es su tesoro.
Como iglesia muchas veces nos preocupamos más por tener una bonita construcción que por las miles de personas en nuestra ciudad muriendo sin Cristo. Leonard Ravenhill dijo: «No construyas algo que te avergüence en el día del juicio. Veo el dinero de Dios en edificios majestuosos y me dan ganas de vomitar, con un mundo hambriento y un campo misionero necesitado de recursos». Como iglesia también, y todos, debemos vivir con los ojos puestos en la eternidad. Todos debemos vivir para la gloria de Dios, para el avance de su reino y para el bien de otros.
3. VALORANDO LAS COSAS ETERNAS
Para poder cambiar nuestra mente de acumuladores compulsivos, necesitamos tener la perspectiva Bíblica. Es importante conocer el lugar y el valor que las cosas deben tener en la vida del creyente.
A. El valor real de las cosas se mide por su valor eterno. 2 Corintios 4:12-18 ¿Qué es lo que llevo a Pablo a vivir de una manera tan radical? ¿Por qué arriesgar su vida hasta la muerte para predicar el evangelio? Porque él había aprendido a darle el valor, o importancia a las cosas eternas. 1 Jn 2:15-17; 1 Ti 4:7-8. Estos pasajes nos enseñan que el valor real de las cosas se mide por su valor eterno. Así que si vamos a desapegarnos de las cosas de este mundo, necesitamos darle importancia a aquellas cosas que tengan un impacto eterno.
B. Cristo es superior a cualquier cosa en este mundo. Filipenses 3:4-9 Pablo había aprendido a desapegarse de las cosas de este mundo: Una familia de renombre, estudios elevados, posición social, económica y religiosidad. Todo parece basura al lado del increíble valor de conocer a Cristo. Pero si todavía ves más atractivo abrir tu Facebook y Whatsapp antes de abrir tu Biblia, algo anda mal en tu apreciación de Cristo. Porque cuando lo conoces como realmente es, te das cuenta que Cristo es mejor que cualquier otra cosa.
«Tú no puedes mirar dos cosas distintas al mismo tiempo, no puedes enfocarte en las cosas terrenales (carrera, pasatiempo, dinero, trabajo), no puedes enfocarte en estas cosas y estar mirando al Señor Jesús. Tú te despojas de estas cosas y pones la mirada en Jesús». – Jonathan Latham.
Pedro termina diciendo que nuestra esperanza no está en este mundo, «nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia». Nuestra esperanza está en la justicia de Dios y la gracia que será revelada cuando Jesucristo sea manifestado (1 Pe 1:13). ¿Estás atesorando a Cristo o estas guardando la basura de este mundo? ¿Estás viviendo para la eternidad, o para toda esta basura que será quemada? Recuerde que el problema no son las cosas, las casas, autos, teléfonos, vacaciones, etc. El problema es atesorar esas cosas, porque donde este vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón.