Hoy en día las personas buscan tener el primer lugar. Es parte de la cultura donde vivimos. El mundo es una competencia donde lo más importante es sobre salir y ser importante. Es lo que tristemente enseñamos a los niños, a «ser alguien en la vida».
Y en la Biblia no es la excepción. Encontramos a una madre que quería que sus hijos tuvieran un lugar privilegiado (Mat 20:20). Pero no había entendido cómo funcionaba el reino de Dios.
Los discípulos no estaban exentos (Mar. 9:33-37; Luc. 9:46-48). En muchas ocasiones ellos también se vieron tentados a competir por el primer lugar dentro del grupo. En muchas ocasiones los discípulos discutían sobre quién tendría el primer lugar.
Y el Señor Jesús utilizó esta situación para ayudar a los discípulos y ayudarnos a nosotros a entender los valores del reino. Los valores del reino son el modelo / el perfil que distinguen cómo debe ser un ciudadano del reino. Las leyes en el reino de Dios son totalmente opuestas a las leyes en el mundo en el que vivimos y en el que vivían los discípulos. Él les iba a enseñar cosas que pondrían sus ideas de cabeza. Por ejemplo, Jesús enseño que para ser el primero hay que ser… ¡el último! Que si alguien quiere ser el más grande, debía ser el más pequeño. Que cuando alguien te golpee una mejilla, hay que poner la otra. Que cuando alguien te pida que le ayudes un kilómetro, tú lo acompañes dos.
Los principios de los valores del reino son totalmente opuestos a los del mundo. Los discípulos necesitaban aprender esto, y nosotros también. Para poder enseñarnos Jesús utilizó a un niño, (v.2) nos dice que llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. ¿Cómo cree que se sentía ese niño? Confundido, temeroso, avergonzado. Probablemente su primera reacción fue inclinar la cabeza al verse rodeado de muchos adultos que comenzaron a mirarlo.
Pero es eso lo que Jesús quería mostrarles. La ley del más fuerte no se determina por aquel que tiene posición, poder o autoridad, sino por aquel que es como un niño. Lo que Jesús tiene en mente, no es sólo de ser inocentes o puros como un niño, sino de la posición que tiene un niño en la cadena de autoridad. Los niños siempre están dependientes de una autoridad.
Para ser los mayores en el reino de los cielos, tenemos que considerarnos los más pequeños (v. 1-2). La capacidad de aceptar el más inferior de los rangos (Mar 9:35).
1. Hacerse como un niño
En primer lugar hay que hacerse como un niño. Esto nos habla de la conversión. La actitud de ser el menor, de tomar una posición inferior no es natural. Requiere una conversión. Requiere un cambio de mentalidad, es algo sobre natural que produce el Espíritu Santo. Es lo que Jesús dijo a Nicodemo. De hecho la última frase del versículo 3 nos recuerda lo que Jesús dijo a Nicodemo. Volverse a la actitud de un niño es necesario para entrar en el reino de los cielos
Necesitamos volvernos a Dios con todo nuestro ser, dejando las cosas terrenales y abrazar las celestiales.
2. Humillarse como un niño
Al igual que los rangos en el ejército, un niño sabe que no tiene autoridad sobre sus padres y que su responsabilidad es obedecerles.
Nuevamente, Jesús hace referencia al contaste de los valores del reino. Esto tiene que ver con nuestra actitud. El Señor exalta la humildad por sobre otras virtudes. La humildad significa tener un concepto adecuado de quién es Dios y quienes somos nosotros. Como el publicano. El salmista dijo que al corazón contrito y humillado Dios no lo despreciaría.
Nuevamente, esto es un cambio que requiere la intervención divina. Un cambio demente. Es desarrollar la mente de Cristo (fil 2:5-11).
3. Recibir como un niño
Mat 10:40 Es un cambio inadvertido que se hace del enfoque de los niños a los discípulos. Esto nos habla de relacionarnos como un niño, sobre todo en el contexto de la predicación de la Palabra, los creyentes tenían la responsabilidad de recibir a aquellos que predicaban en nombre de Cristo.
2 de Juan advierte sobre el peligro de recibir a falsos maestros. Pero esto no negaba el hecho de aceptar a aquellos que traían una sana doctrina.
Que el Señor nos ayude a vivir humildemente, como ciudadanos del reino, de modo que traigamos más gloria a su Nombre.