30 de Marzo del 2014 | Lucas 15:11-32 | Iván Bernal
Acabamos de leer una historia muy conocida. La razón por la que el hijo menor quiso irse no era por falta de algo sino por su rebeldía. El hijo se va a una provincia viviendo perdidamente. Y cuando todo le falto tuvo que humillarse hasta cuidar cerdo. Es entonces que comienza a pensar en su casa. Entonces podemos ver una actitud de arrepentimiento. Es entonces que su padre lo perdona le recibe.
Pero la historia no termina aquí. Vemos ahora al hijo mayor quién demuestra su amargura
I. Por haber sido tenazmente encontrado
A. En un camino torcido. Cuando vemos el contexto del capítulo 15, Jesús esta hablando en varias parábolas, y cada una de ellas está dirigida a los fariseos y escribas (15:1-2). Los fariseos sólo se guiaban por sus reglas, pero los publicanos y pecadores tenían una actitud diferente a las enseñanzas de Jesús. ¿Qué nos caracteriza?
Lucas 19:7-10 cuando los fariseos critican a Jesús por convivir por pecadores, el Señor les refiere la parábola de la oveja perdida. Cuando encuentra a la oveja, regresa gozoso a casa. Este era el propósito de su venida.
B. En un panorama triste. ¿Cómo está una oveja si ha pasado tiempo sin comer y desprotegida? Está era la condición en la que el Señor nos encontró.
C. Una condición trágica. (Mat 9:39-35) Esta era la condición del mundo al que Jesús vino. Esta es la condición de nuestros días, rebeldía, enfermedades, divisiones, amargura, etc. Pero hay gozo cuando hemos sido encontrados. No es que nosotros llegamos al Señor, sino porque Él llegó a nosotros.
D. En un dominio tirano. En el lugar en el que estuviéramos, y en el contexto en que nos encontrábamos, el buen pastor fue por nosotros. Ya no hay un panorama triste, una condición trágica, ni un dominio tirano.
II. Por haber sido tiernamente perdonado.
El padre estaba atento, con una esperanza de que quizá su hijo volvería. El padre podía intuirlo, y cuando lo ve lo abraza con ternura. ¿De qué lo perdona?
A. De una confianza abiertamente traicionada.
B. De participar en la aflicción de un alma torturada.
C. De una deuda resueltamente terminada. (Lc 7:36-50). Nuevamente Vemos el contraste entre un fariseo y una mujer pecadora. Y Jesús de nuevo confronta la actitud del fariseo con una parábola.
Todos los pecados que cometemos, además que ofendemos a alguien más, primeramente ofendemos a Dios. Y vemos ahora en el hijo pródigo, un hombre arrepentido y consciente de su condición. ¿Qué opinión tenemos constantemente? ¿Somos cómo aquella mujer en humildad y arrepentimiento?, ¿o nos parecemos más a Simón, enojados y criticando a otros? La vida nueva tiene como evidencia natural el gozo. Si andamos en vida nueva, el gozo tiene que caracterizarnos. No una religión sino el gozo.
Nos gusta cantar cuando reconocemos que nuestra vida a sido libertada del pecado. Pero cuando la vida cristiana se torna aburrida y legalista no hay mucho ánimo para cantar. Por eso debemos de ir a eso cimientos de la vida nueva.
III. Por haber sido totalmente aceptado.
El hijo no regreso a exigir, sino a reconocer su falta. El padre pudo haber condicionado al hijo, y probablemente esas actitudes son necesarias pero cuando el hijo está sugiriendo el castigo, entonces muestra un verdadero arrepentimiento.
Muchas veces nosotros no reconocemos nuestras fallas, es entonces cuando Dios nos humilla para que volvamos con una actitud de arrepentimiento. Regresar con una perspectiva distinta y con una actitud distinta, esto muestra arrepentimiento. El hijo fue totalmente aceptado para…
A. Participar de lo que el padre había trabajado.
B. Para comer con la realeza de sus manjares típicos.
C. Para disfrutar de su compañía y su personal trato.
IV. Por haber sido templadamente transformado.
A. Para vestir un nuevo y elegante traje. El hijo que venía con una ropa gastada y vieja, pero el padre no lo dejo como estaba sino que lo transformó.
B. Para andar en un camino perfectamente trazado.
C. Para desarrollar un carácter como una figura tallada.
El hijo mayor se creía superior, comparaba a su hermano menor con él mismo. Cuando vivimos religiosamente se crean contiendas y comparaciones. Pero el hijo menor iba humillado y dispuesto a arreglar su situación.
Hay un carácter que se está formado en el hijo menor. Así como el escultor, el Señor no sólo ve roca en nosotros sino que ve su obra terminada. El hijo mayor no estaba satisfecho con la compañía del padre sino que su gozo era el gozarse con sus amigos. Y muchas veces nosotros también nos gozamos en las bendiciones de Dios y no en Dios mismo. Cuando hemos experimentado la vida nueva, no nos importa nada más que gozarnos con el padre.
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