23 de Agosto del 2015 | Ernesto Mendoza
Hoy en día vemos muchas personas con discapacidades. Discapacidades auditivas, del habla, de la vista, de movimientos. A pesar de las tecnologías para combatir estos problemas resulta difícil para una persona con discapacidad realizar ciertas actividades. Ahora imagine vivir en el primer siglo, donde no había rampas para minusválidos, sillas de ruedas o muletas, aparatos auditivos, sistema braille. Las personas discapacitadas eran marginadas, rechazados, objeto de burla, sólo servían para mendigar e incluso veían su discapacidad como una maldición.
Esa es la pregunta con la que se acercan sus discípulos (Juan 9:2), suponiendo que la ceguera de el hombre era el resultado de la maldición de Dios por algún pecado cometido. Es verdad, muchas problemas son las consecuencias de malas decisiones del hombre, sin embargo el hombre no es la causa final de todo. Al final vemos a un Dios soberano obrando para su gloria (Juan 9:3-5). Detrás de todas las cosas están los propósitos del Dios soberano que quiere mostrar su gloria.
Él es la respuesta para todos los por qués. Se imagina a los padres tomando al pequeño bebé en su brazos, y de pronto se dan cuenta que su mirada está fija, que no identifica los movimientos ni la luz. Entonces miran al cielo y dicen «Señor, ¿por qué a nosotros? ¿por qué a mi bebé? No estamos preparados para esto». Nunca se está preparado. Cuando un niño nace con Down o muere al nacer. Cuando se fallece un ser querido. O le detectan cáncer. Y preguntamos ¿por qué Dios? ¿por qué a nosotros? Vemos a nuestro soberano Dios y decimos con el salmista «Nuestro Dios está en los cielos, todo lo que quiso ha hecho». Sal 73:26 «Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre». Job 13:15 «He aquí, aunque él me matare, en él esperaré».
Pero esto no tendrá sentido a menos que Dios se convierta en su tesoro más grande, en la persona más importante de su vida (Romanos 8:28). Cuando Jesús dijo que el propósito de que este hombre naciera ciego era para que las «obras de Dios se manifestaran en él», él está diciendo que la gloria de Dios debe ser más importante que todo lo demás.
Cuando habla de «los que aman a Dios» se refiere a que necesitamos amar la gloria de Dios por encima de la vista, de la seguridad, de la salud, e incluso más que a la vida misma Sal 63:3 «Tu misericordia es mejor que la vida».
No podremos responder de esta manera ante las circunstancias, no podremos deleitarnos en la soberanía de Dios, a menos que Dios ilumine nuestros corazones (Juan 9:5; 8:12). PROPOSICIÓN: Porque Dios es luz usted y yo podemos ver su gloria y deleitarnos en su gracia.
Juan 9:6-7 ¡Yo soy la luz del mundo! y Jesús lo demuestra al dar luz en la ceguera de este hombre.
Pero quizás nos preguntamos ¿por qué lodo? Jesús bien pudo haber simplemente ordenado y el hombre hubiera recuperado la vista al instante. La primera razón es para enseñarnos que Dios usa medios para cumplir sus propósitos. Usó lodo y también agua.
La segunda razón es para iniciar una controversia (Juan 9:13-16). Esta controversia iba a destapar el corazón y la respuesta de los fariseos contrastados con la respuesta de mendigo que había sido ciego. Por tanto vamos a ver dos tipos de respuestas la luz de las obras de Cristo.
5 Conversaciones:
1. El mendigo y sus vecinos (Juan 9:8-12)
2. El mendigo y los fariseos (Juan 9:13-17)
3. Los fariseos y los padres del mendigo (Juan 9:18-23)
4. El mendigo y los fariseos (Juan 9:24-34)
5. Jesús y el mendigo (Juan 9:35-41)
PROPOSICIÓN: Porque Dios es luz usted y yo podemos ver su gloria y deleitarnos en su gracia.
¿Qué importancia tiene el que Jesús es la luz? ¿Qué importancia tiene para nosotros?
1. Porque Dios es luz, usted y yo podemos tener una visión clara de Cristo.
El hombre mendigo primero recibió la vista física y después la espiritual. Después de recibir la vista pudo ver cada vez de manera clara quién era Jesús.
– 10-11 Primero era un hombre llamado Jesús.
– 16-17 Después era un profeta
– 30-33 Luego un hombre enviado de Dios
– 35-38 Y por último el hombre comprendió que Jesús es el mismo hijo de Dios.
Como hijos de Dios debemos profundizar cada día en conocerlo más y más. Y entre más nos adentremos en conocer a Jesús nos daremos cuenta que nunca terminaremos de conocer a alguien que es eterno. Esa es la razón por la que el cielo es eterno, porque pasaremos la eternidad de eternidades disfrutando en conocer a nuestro Salvador.
¿Quién es Jesús para usted? ¿Es el hijo de Dios? Muy bien, entonces ¿Cuánto tiempo pasa conociéndolo a través de su palabra?
No es una responsabilidad, es un privilegio. Es nuestro llamado, la razón por la que existimos. Efesios 4: «Hasta que todos lleguemos…». y a través de la luz de la palabra de Dios podemos tener una visión clara de Cristo de modo que lo podemos conocer día a día.
Pero vemos también la respuesta de los fariseos. Ellos no tenían una visión clara, sino una vsión distorsionada (Juan 9:16, 24). La misma luz de las obras de Dios pero dos respuestas diferentes. Un predicador dijo que existen únicamente dos respuestas a la predicación del evangelio, las personas se convierten o se resisten al mensaje con la fuerza de un animal salvaje. No existen intermedios. Si usted piensa que no es bueno ni malo pero no quiere seguir a Cristo por ahora. ya ha tomado su decisión.
Necesitamos una visión clara de Cristo.
2. Porque Dios es luz, usted y yo podemos tener valor para confesar a Cristo.
Este hombre era un mendigo, por lo tanto debemos suponer que era pobre. Tal vez nunca fue a la escuela, ni tuvo educación. Sin embargo les da una cátedra a los fariseos, y su fe en Jesús le da el valor para defender su fe, e incluso confrontar a los maestros de la ley (Juan 9:27-34).
Cuando nos ha pasado algo increíble no podemos ocultarlo, lo platicamos con nuestros amigos, lo compartimos en facebook. De la misma manera, cuando usted ha sido impactado por la luz de la gloria de Cristo, no podrá ocultarlo. Tendrá el valor y las palabras para compartir de Cristo.
En el libro de los hechos ¿sabe lo que los discípulos pedían en oración? (Hch 4:29) «Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra».
Vemos nuevamente el contraste de los fariseos, quienes infundían temor a todo aquel que quisiera confesar que Jesús era el Mesías, Dios mismo hecho carne (Juan 9:22).
Hermano, ¿aún le da temor si quiera decir que es cristiano? ¿Le atemoriza confrontar a alguien con su pecado y mostrarle el evangelio? Si es así, aún necesita contemplar a Jesús, el que es la luz del mundo.
Hemos visto dos cosas sobre el efecto de la luz de Dios en nuestras vidas.
– Tener una visión clara de Cristo.
– Tener el valor para confesar a Cristo.
3. Porque Dios es luz, usted y yo podemos tener un corazón que exprese adoración (Juan 9:35-38).
Es interesante que fue Jesús quien tomó la iniciativa. Ese momento donde quizás aquel mendigo se sentía sólo y rechazado por su grupo religioso, incluso tal vez también por sus padres, en ese momento preciso apareció Cristo (Juan 9:35).
La pregunta en el versículo 36 nos muestra que este hombre no había entendido totalmente quién era Jesús. Entendía que era un profeta enviado por Dios, pero aún no le había conocido como el Dios personal. El Hijo de Dios. El Señor de Señores, el Salvador del mundo.
Y muchos aquí no han entendido totalmente quién es Jesús. Lo sabemos por la vida que llevan fuera de la iglesia, por las cosas que publican en facebook o por los corazones quebrantados de esposas, madres e hijos que llegan pidiendo que oremos por usted. Muchos dicen Jesús es mi Salvador, pero sus vidas no reflejan que Jesús sea su Señor. Sus pasatiempos no reflejan que Jesús es quien realmente les satisface. O recibimos a Jesús por lo que es (Salvador, Señor, dueño de todo, el pan de vida, nuestro tesoro) o no lo hemos recibido.
Y la muestra de que realmente hemos creído en Cristo es la adoración (Juan 9:38). No vemos música, no vemos un show bien montado, no vemos gritos y lágrimas. Juan nos dice que el mendigo simplemente adoró. Hermanos la adoración no tiene que ver con nada de lo que he mencionado, la verdadera adoración es una actitud del corazón. Cuando nuestro corazón se encuentra satisfecho y completo en lo que Cristo es para nosotros. Cuando podemos decir con el Salmista «A quién tengo yo en los cielos sino a ti, y fuera de ti nada deseo en esta tierra».
Y vemos la actitud de los fariseos, que no era una actitud de adoración sino de blasfemia (Juan 9:24). ¿Por qué este contraste? Jesús quiere aplicar la ceguera del hombre mendigo a la ceguera espiritual de los fariseos (Juan 9:39).
Este hombre no sólo recibe la vista sino que comienza a ver cada vez de manera más clara y más clara quién es Dios. Su fe se hizo cada vez más fuerte a tal punto de defender a Jesús aún en medio del rechazo, la humillación y la dificultad. Sin embargo al final pudo conocer al Hijo de Dios y expresarle su adoración.
PROPOSICIÓN: Porque Dios es luz usted y yo podemos ver su gloria y deleitarnos en su gracia.