La batalla de la oración

Domingo 02 Febrero del 2014 | Éxodo 17:8-16 | Jaime Escalante

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Antes de este pasaje, el pueblo de Israel pasó por varias situaciones desde la salida de Egipto y por todo el desierto, en donde ellos iban conociendo más acerca de Dios. El Señor es fiel a su palabra.

Israel está ahora disfrutando del agua que acaba de brotar de la roca. Pero «vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim» (v. 8). Cuando todo parecía tranquilo, entonces viene Amalec y los ataca. Nosotros también pasamos por situaciones similares. Cuando acabamos de beber de la roca espiritual muchas veces es cuando viene el ataque del enemigo.

Conociendo al enemigo

¿Quién es Amalec? Necesitamos conocer a nuestro enemigo. Amalec era el pueblo que descendió de Esaú. Los amalecitas no temían a Dios, igual que su ancestro Esaú. Cada uno de nosotros enfrentamos una lucha contra el enemigo, esto es, el reino de las tinieblas (Dt 25:17-19). Nosotros estamos en una guerra entre el reino de Dios y el reino de este mundo. No podemos vivir la vida quedándonos con la satisfacción y tranquilidad del momento. No podemos relajarnos con el agua de la roca.

Amalec ataca por sorpresa

La vida cristiana es una batalla continua contra el reino de este mundo. Amalec hizo un ataque sorpresivo. Mientras el pueblo descansaba él atacó. Satanás también quiere hacer un ataque así, cuando nos relajamos en nuestra vida espiritual (1 Ped 5:8). «Con frecuencia las batallas se libran después de recibir el mana y el agua de la roca». Refidim significa «lugar para descansar» (Dt 25:18).

Amalec ataca por la retaguardia.

Quizás era ahí en donde se encontraban los más débiles. El enemigo también conoce nuestras áreas débiles y ahí es donde ataca. Satanás conoce nuestras luchas y los pecados con los que batallamos. La gente también conoce nuestras luchas. Un compañero de trabajo, o una mujer seductora. Necesitamos reforzar las áreas débiles, porque Satanás nos quiere ver derribados (Mt 26:41).

El tiempo para pelear

V. 9 Jehová es quien pelea las batallas pero también hay tiempo para pelear. ¿Por qué Moisés decide abandonar al pueblo en la batalla? Esto es porque otra batalla se libraría en la montaña. Necesitamos más de una estrategia si queremos vencer al enemigo.

V. 10-11 ¿Qué clase de estrategia era esta? Moisés desde la montaña puede apreciar la batalla y puede ver que cuando levanta las manos Israel prevalece, pero cuando las baja, entonces Israel es derrotado.

¿Qué significaban las manos levantadas?

1. La vara representaba el poder de Dios. Moisés tenía la vara de Dios en su mano ¿qué significaba esto? La vara representaba el poder de Dios obrando maravillas a favor de su pueblo. Moisés entendía que él estaba dependiendo del poder de Dios. No podemos ganar la batalla en el valle si no tenemos y atesoramos el poder de Dios en nuestras vidas.

2. Las manos levantadas implicaban una actitud de oración. Era una batalla de oración de estos tres hombres (Sal 63:4; 1 Ti 2:8). La fe que mantiene el símbolo del Dios que hace maravillas debe alzarse al cielo con una actitud de oración. Esto es lo que hace que el poder de Dios decienda y nos de fuerzas para la batalla. Cuando nos sintamos derrotados y cansados, necesitamos levantar nuestras oraciones para buscar el poder de Dios.

La batalla de la oración

Muchas veces podemos estar tan ocupados en el valle que olvidamos el altar de oración. Nuestras fuerzas y sabiduría pronto se acaban. Sólo la oración puede explicar la conexión invisible entre el valle y la montaña. Y no se necesitan muchas personas. Tres personas que oraban hicieron una diferencia en la batalla. Pocas personas pueden hacer una diferencia en una familia o una iglesia.

V. 13 Los métodos de Dios sí funcionan.
V. 14-16 Nuevamente Israel aprendió algo más del carácter de Dios. El estandarte representaba la presencia de Dios. Fue el Señor quien les dio la victoria (1 Co 15:57). Ya tenemos la victoria garantizada, a través de la oración.

Algunas aplicaciones

  • «Oremos como si todo dependiera de Dios. Y trabajemos como si todo dependiera de nosotros».
  • El diablo tiembla cuando el creyente se pone de rodillas. Él quiere destruir nuestra vida de oración.
  • El cansancio en la oración da como resultado derrota en las batallas. La batalla más dura que enfrento Jesús fue en Getsemaní, y ganó a batalla.
  • Contamos con muchos organizadores pero con pocos agonizadores. Hasta políticos hay en las iglesias. En el sótano de la iglesia de Spurgeon, había un grupo de personas que oraban. No era la elocuencia sino la oración la que producía vidas transformadas.
  • No use sus propios métodos porque no funcionan. El Señor pelea nuestras batallas a través de la oración.
  • ¿Vivimos cada día como si el Señor fuera nuestra estandarte?

Que el Señor nos ayude a vivir la vida cristiana de esta manera.


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