¿Cree usted qué hay algo que Dios no pueda hacer? Permítame decirle qué hay algo que Dios no puede hacer. Dios no puede mentir. Cuando hablamos del carácter fiel y verdadero de Dios, la escritura nos dice que es imposible que Dios mienta. Cuando él hace una promesa, la cumple.
Por otro lado, cuando vivimos en situaciones como la pandemia que estamos enfrentando, incluso creyentes y familias fieles al Señor ¿No ha prometido Dios que libraría a creyentes de estas situaciones? Pero en las escrituras no encontramos alguna promesa de que los creyentes sean librados de calamidades, sino al contrario, vemos la advertencia de que este tipo de aflicciones vendrían a creyentes antes de la venida del Señor.
Lo que sí vemos en las escrituras, es que después de padecer por un breve momento, Cristo regresará por su iglesia y recibiremos la promesa de la glorificación futura. Esta promesa es la que el apóstol Pedro confirma en esta epístola (1 Pedro 1:10-11). Lo que el apóstol hace es confirmar la promesa de Dios.
¿Cómo podemos vivir cuando perdemos la esperanza? Pedro va a reafirmar esta esperanza. La promesa de gracia que hoy experimentamos, un día fueron futuros y se cumplieron, por tanto, podemos confiar en que la promesa de Cristo de la glorificación se cumplirá. Los profetas anunciaron la gracia que se cumplió en la venida de Cristo.
En este pasaje vemos que Jesús fue destinado al sufrimiento. Él nació para morir. Los profetas anunciaban los sufrimientos y la gloria de Cristo. Nada de lo que ocurrió hace más de dos mil años fue casualidad. 1 Pedro 1:18-20 Cristo ya había sido destinado desde antes de la fundación del mundo, para que nosotros fuéramos rescatados de nuestra vida pecaminosa por la preciosa sangre de Cristo. Ese cumplimiento garantiza nuestra esperanza de la glorificación cuando Cristo regrese por su iglesia.
Lucas 24:25 los discípulos estaban desanimados y el Señor Jesús se les aparece en el camino de Emaús para recordarles que los profetas habían hablado de los padecimientos de Cristo (Luc 24:26). Ellos habían olvidado que antes del establecimiento del reino, el Mesías tenía que sufrir, y el Señor les recuerda esta promesa.
Cuando vemos la noticia de hoy, nos desanimamos y podemos perder la esperanza. Nos podemos llenar de temor por lo que estamos padeciendo. La realidad es que ninguno de nosotros ha padecido lo que Cristo padeció. La tortura de la Cruz fue la manera en la que Jesucristo cargo nuestro pecado. Es el castigo que tú y yo merecíamos.
Pero su cuerpo no se quedaría en el madero ni en la tumba, sería exaltado por el poder y la promesa del Padre. Isaías 53:10 nos recuerda el quebrantamiento del Señor. Su muerte no fue un accidente. Todo fue por la soberanía de Dios, por la voluntad de Dios.
Cuando penamos en los padecimientos de nuestros hermanos al rededor del mundo, recordamos que Dios tiene propósitos sublimes. Dios tenía un plan eterno en los sufrimientos de su hijo. Por su llaga hemos sido curados (1 Pe 2:24). La cura para el mayor problema del hombre, el problema del pecado, solamente se llevó a través de los sufrimientos de Cristo.
Recuerda que las aflicciones del tiempo presente no se comparan con la gloria venidera. Seamos pacientes y confiemos en los tiempos del Señor. Y si Cristo aún no regresa es porque él es paciente y está esperando que los hombres vengan al arrepentimiento.