Un fariseo invita a Jesús a su casa. Cuando usted invita a alguien a su casa es para tener comunión con esa persona. (Hch 3, Ap 3). Parece que no fue una invitación sencilla puesto que la Biblia dice que el fariseo le rogó a Jesús que fuera a su casa. Para su sorpresa Jesús aceptó.
Versículo 38 nos presenta la situación que dio inicio a la conversación siguiente. El fariseo se sorprende que Jesús no se lavara las manos. Cuando yo antes leía este pasaje a mi también me sorprendía ¿por qué? Porque estaba acostumbrado a que mi mamá siempre me hacía lavar las manos antes de comer. Pero lo que está sucediendo no es algo de higiene o buenos modales sino una cuestión de limpieza ceremonial.
Los fariseos se lavaban las manos no tanto por higiene, sino para quitar las impurezas causadas por el contacto con los gentiles y otros pecadores. Sin embargo Jesús al entrar a la casa del fariseo hace lo que nadie esperaba, se fue directamente a sentar a la mesa. No quiere decir que Jesús nunca se lavaba las manos para comer, sino que en esta ocasión decidió no hacerlo para enseñarle a este fariseo sobre lo vacío que es la religión superficial.
Ellos vivían una religión superficial. Como mencionaba el pastor Iván hace unas semanas, es vivir en apariencias. Hoy en día personas pueden estar viviendo una religión superficial. Se enfocan en lo que hacemos o cómo nos vemos, si usamos corbata, falda, o velo en la cabeza. Creemos que las personas están bien con Dios porque porque sirven en algún ministerio, o vienen a la iglesia todos lo cultos.
Una buena pregunta para evaluar si usted está viviendo una religión superficial es hacerse la pregunta ¿por qué hago lo que hago? ¿por qué viene a la iglesia? ¿Porque verdaderamente tiene una necesidad en su corazón o porque cree que así puede estar bien con Dios? ¿por qué lee su Biblia? Porque verdaderamente quiere conocer al Señor del universo o para cumplir con su lectura del día. ¿Por qué da su diezmo y ofrenda? Para recibir alguna bendición del Señor o para agradecerle a Dios por todo lo que él le ha dado?
Las personas que viven una religión superficial se la pasan criticando y juzgando a los demás (v. 38). Se sorprendió pero no le dijo nada. Esta frase nos da la idea de que él lo está juzgando en su corazón. Y las personas superficiales hacen lo mismo, cuando no externas su sentir están criticando en su corazón.
Usted pude pensar que usted no es así, sin embargo recuerde que los fariseos tampoco eran así. Cuando pensamos en los fariseos nos viene una idea negativa. Siempre son los malos de la historia. Sin embargo después del cautiverio ellos se encargaron de mantener la enseñanza de la ley y preservar estas enseñanzas a las futuras generaciones. Los escribas eran conocidos y admirados por preservar los escritos sagrados por medio de copias del Antiguo Testamento que hacían a mano y lo guardaban para mantener viva la Palabra de Dios. Los escribas y fariseos eran personas de gran reputación, admiradas y respetadas por todas las personas.
(En Mateo 5:20 se pone a los escribas y fariseos como un ejemplo de alguien que busca la justicia: «Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos». En el pasaje paralelo de Mateo 23 se nos dice: «En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen).
Pero en algún punto se desviaron. Su religiosidad se convirtió en monótona y fría. Se olvidaron de lo importante de la ley y se enfocaron sólo en la práctica de la ley.
En su acusación a los fariseos el Señor Jesús enfoca el problema de su corazón. Muchas veces cuando leemos estas reprensiones casi podemos imaginar la cara de los fariseos y escribas, con sus ojos bien abiertos por las palabras duras que están escuchando. Sin embargo la reprensión es también una manera de mostrar amor. Jesús les habla duramente para mostrarles su pecado y mover sus corazones al arrepentimiento.
Cuando el Señor nos muestra lo que hay en nuestro corazón es para que nos demos cuenta de nuestra maldad y nos apartemos del pecado. Es para producir en nosotros el arrepentimiento verdadero. En este pasaje encontramos dos actitudes peligrosas que pueden ser un peligro también para nosotros.
Dos características de la religión superficial.
1. La necedad (Lc11:40)
El Señor Jesús llama «necios» a aquellos que lo habían invitado a comer a su casa. Pudieramos pensar que es un invitado descortés. De hecho el mismo Jesús había dicho que cuando alguien llama necio a su hermano queda expuesto al juicio (Mat 5:22). ¿Cómo podemos conciliar ambos pasajes? En Mateo Jesús habla de cuando alguien le dice necio a su hermano como resultado del enojo descontrolado. Decirle necio a alguien en este caso, sería una ofensa que expresa el enojo del corazón, lo cual es considerado igual al asesinato. Sin embargo lo que Jesús hace en Lucas 11:40 es usar la palabra «necio» no como un arrebato de enojo sino como un adjetivo de sus opositores.
Está refiriendo al problema en la actitud de los fariseos.
«Necio» se refiere a algien que insiste en los propios errores o se aferra a ideas o posturas equivocadas. ¿Por qué eran necios los fariseos? Porque se enfocaban en lo externo, les gustaba sentarse en las primeras bancas, orar en las calles y dar mucho diezmo para ser vistos y reconocidos como piadosos. Jesús dice que es como lavar un vaso muy sucio sólo por fuera y dejarlo como está por dentro. ¿Haría usted esto si quisiera tomar agua y sólo tuviera un vaso sucio de varios días? Los fariseos olvidaban que lo más importante para Jesús es el corazón.
2. La hipocresía (Lc 11:44)
La segunda actitud que Jesús ataca es la hipocresía de los fariseos. En esta sección encontramos nuevamente un dilema. ¿Por qué Jesús dice en Lucas 11:41 «dad limosna de lo que tenéis…», y después los acusa de dar diezmo de todo, incluso de las semillas más pequeñas (Luc 1:42)? La clave está en el versículo 41, la palabra griega para «tenéis» es «enontai» que literalmente se traduce «lo que tenéis adentro». Esto es un paralelo con la ilustración del vaso, pues para limpiarlo totalmente no solamente hay que lavar lo de afuera sino que es importante también lo de adentro.
En estos dos versíuculos Jesús se enfoca ahora en el dar (Luc 11:41-42). Una entrega completa no sólo se trata de ser diligentes en las reglas externas, sino que tenemos que dar todo nuestro ser. Nuestro corazón, espíritu, alma, etc (Ro 12:1).
Ahora el Señor va a usar otra ilustración para hablar de la hipocresia, es la ilustración del sepulcro (Jn 11:44). Es la misma idea que el Señor transmite en el pasaje paralelo de Mateo 23:27 cuando dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia».
Y muchas veces nosotros pudieramos tener la misma actitud. Ir a la iglesia bien vestidos con la Biblia bajo el brazo, dar un testimonio de veinte minutos o aprovechar la oportunidad que tenemos de orar en la iglesia para hacer alarde de nuestro vocabulario teológico. Tener un pecado oculto, un deseo pecaminoso constante y llegar a la iglesia con cara de piedad. Haber visto pornografía o pasado tanto tiempo en el internet o viéndo películas el sábado por la noche y llegar a la iglesia el domingo en la mañana cantando «Mi vida es tuya». El problema es que, al igual que los fariseos, no hemos visto que por dentro estamos llenos de rapacidad, maldad, huesos muertos y toda imundicia. ¡Sí! ¡Todo eso!
Si usted no ha identificado el pecado que está en usted entonces no hay esperanza. Pero si se ha dado cuenta de la maldad de su corazón no siga con la misma actitud (necedad), arrepiéntase ahora mismo y encontrará gracia en Cristo Jesús.