11 de Octubre del 2015 | Ernesto Mendoza
La influencia de la cultura griega afecto mucho la perspectiva de algunas personas en cuanto a la encarnación de Cristo. Para ellos la deidad no podía tener relación con lo humano, puesto que todo lo natural y humano era considerado como malo. Por eso muchos llegaron a decir que Cristo no pudo haber venido en carne.
Fue entonces que surgió la doctrina del docetismo. Esta viene de la palabra griega «dokeo» que significa que algo parece o es aparente. Esta herejía decía que Jesús no era humano sino que parecía ser humano.
Pero cuando vemos en la Biblia encontramos infinidad de evidencias que nos muestran que realmente Jesús fue un hombre como nosotros en el sentido más amplio de la palabra. La Biblia nos dice que Jesús tuvo hambre, tuvo ser, se cansó, lloró. Y Juan al darnos su testimonio nos habla de aquel que ellos habían visto, oido y tocado con sus manos al verbo de vida.
Si Jesús no hubiera sido humano, no hubiera podido morir por nosotros. Pero Dios se hizo hombre.
¿Por qué Dios se humanó? ¿No le sorprende pensar en esto? ¿Cómo es que el rey de toda la gloria se vistió de hombre? La respuesta es, por su amor. Primeramente por amor a su propia gloria. Porque la reputación de Dios estaba en juego. La imagen de Dios en el hombre y la gloria de Dios había sido distorsionada por causa del pecado. Esta es la razón principal
Pero la segunda razón es por su amor misericordioso para el hombre perdido. Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Mateo 14:13-14 Cuando vemos en este pasaje encontramos que hay una compasión y misericordia por las personas. Y cuando nos encontrábamos alejados de Dios, separados de su gloria por causa del pecado, Cristo vino para establecer una nueva relación entre Dios y el hombre.
Efesios 2:13 «Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo».
1 Pedro 3:18 «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…»
Cristo vino para establecer una nueva relación entre Dios y el hombre. Isaías 59:1-2 «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír». Y Cristo vino para podamos, como dice el autor de Hebreos, acercarnos con confiancia al trono de su gracia para hallar gracia y oportuno socorro.
Cristo vino para relacionarse con nosotros (Jn 1:14). ¿Cómo está su relación con Dios? No estoy hablando de su relación con la iglesia sino de su relación con Dios. Lo que hacemos en la iglesia es sólo un reflejo de lo que hemos hecho los otros 6 días de la semana. Siempre debemos estar buscando una relación más profunda con nuestro salvador, y esto no se da sólo un día a la semana, sino cada día de nuestras vidas.
Cuando vemos a las personas que Jesús ministraba vemos que se relacionaba con ellos a diferentes niveles intimidad. Las personas experimentaban su relación con Cristo en diferentes niveles. Y los podemos representar con círculos:
Con el que Jesús se relacionaba
1. Las multitudes (Mat 14:13-14). El primer círculo es el de la multitud. Estas personas eran los desconocidos sobre los cuales Jesús ejercía cierta influencia espiritual. Jesús hablaba y enseñaba a las multitudes. Eran aquellos 4000 y 5000 más que Jesús alimentó. Las multitudes incluso abarrotaban el lugar en el que se encontraba Jesús para escuchar sus palabras o recibir un milagro.
Pero su relación con Cristo era sólo eso, buscar algo de Jesús e irse a casa. El tiempo que pasaban con él era mínimo. Y algunos nunca volvieron a encontrase con Cristo.
Hoy en día vivimos en un mundo rodeado de personas consideradas como multitudes. Miles de personas que no conocen a Cristo. Están por todos lados (En la plaza, en el parque, en el supermercado, en los taxis). Estas multitudes son personas que van camino a la condenación. ¿Recuerda lo que dice Mateo en cuanto al camino ancho? Y Jesús tuvo compasión de estas personas.
Hermanos, nosotros un día fuimos de esas multitudes y Cristo tuvo compasión de nosotros y nos alcanzó y nos salvó. Por su amor y misericordia.
2. Los congregantes (Jn 2:23-25). Había otro grupo de personas que seguían a Jesús y con los cuales él se relacionaba. Les llamamos congregantes porque a diferencia de la multitud, estos se congregaban frecuentemente para oir las enseñanzas de Jesús. Eran aquellos que formaban parte de los cientos de personas llamados seguidores de Jesús y que lo buscaban para escuchar sus enseñanzas. No le buscaban ocasionalmente.
Sin embargo Jesús siendo Dios, sabía lo que había en sus corazónes, esto es incredulidad. Y cuando Jesús confrontó su incredulidad muchos de ellos le abandonaron (Jn 6:60, 66).
Hoy en día estas son las personas que vienen a la iglesia cada culto y escuchan la predicación, sobre todo los domingos por la mañana o por la tarde también. Tal vez han crecido en la iglesia, se consideran creyentes pero nunca han experimentado un nuevo nacimiento. Sus deseos no han sido transformados, aún aman las cosas del mundo y desean la vida de afuera. Así que cuando son confrontados con su pecado a través de la predicación, y se dan cuenta del compromiso de seguir a Cristo, muchos simplemente se van, o siguen viviendo una vida apática, un cristianismo de domingos.
Su nivel de relación con Jesús se limita a una o dos predicaciones del domingo. Pero eso es todo. No pasan tiempo en la Palabra de Dios, no hay momentos de dulce comunión con Dios en oración.
Sin embargo había otro grupo que tenía una relación más íntima con Cristo.
3. Los discípulos (Luc 6:12-13). Dios escogió a estos doce para enseñarlos. Él era su maestro. Como discípulos lo que ellos hacían era caminar con Jesús, ir a donde su maestro fuera, comer con su maestro, dormir con su maestro, ellos iban a todos lados con su maestro. Pero el propósito de ir con el maestro era para aprender de todas las cosas que el maestro les enseñara.
Estas son personas que Dios ha llamado al arrepentimiento y a una fe verdadera. Que toman seriamente su relación con Cristo y que no son cristianos simplemente de nombre. Que buscan a Dios constantemente porque tienen hambre y sed de justicia. Y qué su deseo principal es vivir para él y ser como él.
4. Los amigos (Mt 17:1-2; Mr 5:37; Mt 26:37-38). Jesús llevó a estos tres discípulos a una experiencia más profunda en su relación personal con él. A diferencia de los otros discípulos, pudieron experimentar la gloria de Dios y su presencia en otro nivel.
Ellos no tenían nada de especial, sin embargo Jesús les tomó y aún tiempo después Dios los usó grandemente. Jacobo fue de lo primeros mártires de la iglesia, Pedro se convertiría en el pastor de la iglesia primitiva y Juan recibiría la revelación especial sobre los eventos finales.
Esto nos habla de un andar íntimo y personal con Cristo.
¿En qué nivel de nuestra relación con Cristo estamos?
Efesios 2:13 «Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo».
1 Pedro 3:18 «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…»
No se conforme en su vida espiritual, a un cristianismo tradicionalista. No se adapte al tipo de cristianismo activista. Viva su vida cristiana a un nivel de relación íntimo con Dios, donde día a día usted puede ver su gloria y experimentar su presencia en un nivel personal.